La fotografía y los murales prehispánicos

María de Jesús Chávez Callejas

El uso de la fotografía para el registro del arte prehispánico se remonta a la segunda mitad del siglo XIX, cuando viajeros extranjeros como Claude-Joseph-Désiré Charnay, Lord Alfred Percival Maudslay y Teobert Maler, entre otros, utilizaron este avance tecnológico para contar con un testimonio visual de los vestigios de las culturas prehispánicas de México. Entre 1850 y 1900 esos estudiosos llegaron al territorio mesoamericano y plasmaron en placas de colodión húmedo, placas secas de gelatina, impresiones a la albúmina e impresiones de gelatina/ bromuro, imágenes de arquitectura y escultura de diversos sitios arqueológicos del país. El resultado de las expediciones científicas decimonónicas se concentró en álbumes fotográficos que daban cuenta de la documentación científica de hallazgos y descubrimientos arqueológicos.

Mucho se ha discutido acerca de la objetividad de la fotografía, sin embargo, es innegable el valor que encierra como documento visual y fuente de información que nos acerca a procesos históricos, sociales y culturales del pasado, de ahí su incorporación en diversas áreas del conocimiento. Su uso en el registro del patrimonio cultural no es la excepción; en el caso de la pintura mural prehispánica, cuyo soporte principal es la arquitectura, constituye una herramienta fundamental, que contribuye a su conservación. El espacio arquitectónico donde se ubica, así como las técnicas y los materiales empleados para su manufactura, hacen que esté expuesta a diversos procesos de deterior.

En el proyecto “La pintura mural prehispánica en México” se ha ponderado el valor que tiene la fotografía como herramienta de registro, fuente de información y medio de conservación. A partir del corpus fotográfico, los diversos especialistas desarrollan sus investigaciones. Lo anterior pone de manifiesto la importancia que adquiere la fotografía para el proyecto y la necesidad de realizar un registro lo más fiel posible.

Los primeros registros se hicieron con cámara analógica y película de color en diversos formatos que incluyen diapositivas de 35 mm, 6 x 7 cm y 4 x 5 pulgadas; con éstos se elaboraron desplegados de la pintura mural de Bonampak y Monte Albán, publicados en los tomos correspondientes. Estos materiales gráficos facilitaron por primera vez una apreciación en conjunto de las escenas representadas en paredes, bóvedas, jambas, nichos y pisos. El avance y desarrollo tecnológico dieron la pauta a una nueva era en el registro. Con el uso de la cámara digital, el cabezal robótico y una rigurosa metodología, obtenemos imágenes de alta resolución y fidelidad de color que actualmente nos permiten reproducir las pinturas en escala 1:1. Un ejemplo de este trabajo es la reproducción del mural del Tlalocan que se localiza en Tepantitla, Teotihuacan. La escena suma una superficie de 3.80 m de ancho por 3.52 m de alto, cubriendo el tablero y el talud. La unión de 216 imágenes fotográficas que registran en su totalidad este mural generó un archivo de alta resolución con las mismas dimensiones que el original. El proceso consistió en tres etapas:

1. Viaje de reconocimiento. Se realizó para identificar el contexto de los murales, tomar medidas de las superficies a fotografiar, evaluar las condiciones de iluminación y ubicar tomas de corriente.

2. Registro in situ. Utilizamos cámara digital y cabezal robótico –por ser un equipo compacto y capaz de registrar amplias superficies. Para asegurar una correcta exposición se cuidó que la iluminación fuera homogénea y se contara con parámetros que permitieran una óptima reproducción del color. Se uso la tarjeta colorchecker de Macbeth.

3. Tratamiento de la información. Con el uso de software especializado se corrigió la distorsión de lente y se crearon los perfiles de color para ajustar el balance de blancos. El ensamble de las 216 fotografías se llevó a cabo con el software del cabezal robótico. El resultado es un archivo digital escala 1:1 en formato tif, que no presenta distorsión de la imagen ni alteración de los colores que aplicaron los pintores de Teotihuacan. A partir de este documento es factible visualizar y analizar en detalle cada uno de los motivos representados; asimismo, se obtienen copias en formatos tif y jpg para investigación, docencia, publicación y difusión.

El proyecto “La pintura mural prehispánica en México” ha conformado un archivo fotográfico único en su género, ya que incluye miles de imágenes de la pintura mural prehispánica de nuestro país. Esta condición nos lleva a trabajar en coordinación con el Instituto Nacional de Antropología e Historia en sitios arqueológicos, museos, bodegas y colecciones. El corpus fotográfico suma poco más de 200 000 imágenes en formato analógico y digital debidamente organizadas y catalogadas; en algunos casos este registro es el único testimonio visual de murales que ya han desaparecido. Al mismo tiempo, estos documentos también son una memoria de los procedimientos de consolidación, restitución de morteros en los aplanados, resanes y reintegración de capa pictórica. La socialización de los contenidos del acervo se hace por diversos mecanismos. Por ejemplo, el INAH incorporó a su Mediateca en línea, para consulta masiva, 157 imágenes y la Secretaría de Educación Pública, año con año, solicita nuestras fotografías para incorporarlas a los libros de texto gratuitos de historia. De esta forma, la labor del proyecto se materializa y contribuye a la conservación de la pintura mural prehispánica.

 

María de Jesús Chávez Callejas. Licenciatura en historia por la Facultad de Filosofía y Letras, UNAM. Técnico académico del Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM. Desde 1992 forma parte del proyecto “La pintura mural prehispánica en México”; es responsable de la gestión del archivo fotográfico y del banco digital.

Chávez Callejas, María de Jesús, “La fotografía herramienta de registro y conservación de la pintura mural prehispánica”, Arqueología Mexicana, núm. 162, pp. 76-79.