En la hoy conocida como Pirámide de Tenayuca (al norte de la Ciudad de México, en el municipio de Tlalnepantla) se pueden observar tres pequeños altares o adoratorios construidos cerca de los costados norte y sur de la plataforma que alberga a la pirámide. En la parte posterior de dos de estos altares se encuentran dos enormes serpientes hechas de piedra y lodo recubiertas de argamasa. Si bien los cuerpos ya no conservan el recubrimiento ni la pintura que los decoraba, aún se observan las cabezas que fueron delicadamente talladas en un solo bloque de piedra.
En diversos pueblos de la sierra zapoteca del sur de Oaxaca, así como en la región montañosa y costeña de la Mixteca dentro del mismo estado, existen numerosos relatos sobre el origen y la fundación de las comunidades en las que diversos seres sagrados o animales míticos tienen un papel importante en la conformación de dichas entidades. Estas historias proceden, sin duda, de antiguas tradiciones prehispánicas que fueron enriquecidas con el paso del tiempo por nuevas influencias y elementos culturales europeos.
Dentro del complejo mundo de seres serpentinos que se representaron en códices, cerámica, esculturas, relieves, tallas de madera o en diversos elementos arquitectónicos, las imágenes de serpientes de dos cabezas han llamado la atención de los especialistas dedicados al estudio de los animales mesoamericanos.
El descubrimiento tuvo lugar justo frente a las ruinas del Templo Mayor, cuando el equipo del arqueólogo Álvaro Barrera exploraba el predio que ocupó la Casa de las Ajaracas
Se trata de una imagen intrigante, pues no solamente congela una colección de museo en el tiempo sino también ilustra, mediante los objetos que muestra y su disposición, las ideas imperantes acerca del arte y las culturas prehispánicas durante el siglo XIX.
La occisión ritual fue practicada por los agricultores mesoamericanos desde épocas muy tempranas. Sin embargo, la vida política intensificó considerablemente las occisiones en número y en frecuencia por motivos ideológicos. Por una parte, las ceremonias públicas, masivas, impresionaban fuertemente al pueblo participante, pues insistían en la terrible obligación humana de mantener la vida en el mundo y la necesidad de entregar militarmente su propia existencia a los fines del Estado.