El monumento de Amecameca posee como uno de sus rasgos distintivos un conjunto de seis escalones que fueron excavados en su costado sur, los cuales permiten acceder a la cara superior de la roca.
En sus 112 páginas hay claves que nos hacen suponer que los escribas que lo pintaron estuvieron estrechamente relacionados con sus lejanos colegas del Centro de México.
Se hablaba, por ejemplo, de una Tollan ecuménica, portentosa, donde había gobernado un hombre-dios, rey y sacerdote, que portaba en su interior el fuego divino de Quetzalcóatl y, por esta poderosa razón, usaba su nombre. A esta Tollan habían sucedido otras ciudades santas en el mundo.