Después de la conquista su cultivo fue proscrito y gracias a que algunos indígenas lo continuaron cultivando en zonas poco accesibles se conservó hasta nuestros días.
En un primer momento, Carlos V reconoció el derecho natural de los indígenas a su propiedad y a los señores en su señorío. No obstante, hubo una larga polémica en torno a los “justos títulos”.
“...Todo lo tenían escrito y pintado en libros... tenían escritas en estas pinturas sus leyes y ordenanzas sus padrones, todo con mucho orden y concierto de los cual había excelentísimos historiadores que con esta pinturas componían historias amplísimas de sus antepasados...”