Las recientes investigaciones en la falda sur del cerro de Chapultepec ofrecen una respuesta acerca de la vida común y sedentaria de los grupos que posiblemente provenían Teotihuacan.
En las riberas de los ríos Bravo, Colorado y Casas Grandes se encuentran los vestigios de los pueblos del Norte de México; uno de los más notables fue Paquimé, localizado en el noroeste de Chihuahua.
Los fragmentos de Yautepec son la única muestra existente de un códice en la sierra sureste de Oaxaca, un manuscrito que nos obliga a reconsiderar el papel de otras comunidades indígenas del antiguo mundo mesoamericano que igualmente escribieron sobre sus costumbres.
Cuando es posible interpretar el uso al que se destinaban, los templos-pirámides del Clásico resultan ser monumentos dedicados a honrar al soberano y a su dinastía.
Teotihuacan es, sin duda, una de las ciudades del México antiguo sobre las que se ha publicado un gran número de estudios; más de mil fichas bibliográficas así lo atestiguan.
Cuando llegaron los españoles al Nuevo Mundo, en busca de riquezas, también se percataron de la exuberancia de las plantas que había en estos territorios y de la gran abundancia de plantas curativas que empleaban los nativos