La representación del ser humano cumplía esencialmente dos funciones: evocar eventos memorables y emitir para la sociedad y los individuos significados específicos.
Los soberanos mayas solían derramar sangre de sus manos durante los finales de periodo; el líquido era vertido y quemado sobre incensarios o cestas rituales.
El asentamiento olmeca de San Lorenzo, Veracruz, al igual que muchas capitales antiguas y actuales del mundo, dominó un punto estratégico, lo que le permitió controlar la comunicación y el transporte terrestre y acuático.