Las narraciones sobre la prodigiosa riqueza e historia de la ciudad de los toltecas no sólo fueron un tópico recurrente en los relatos indígenas, sino que también eran un modelo de conducta para los gobernantes, sacerdotes y grupos de poder.
La amplia variedad de recursos y expresiones culinarias hñähñü se han adecuado a las necesidades, gustos, creatividades y formas de consumo de la sociedad moderna.
Los ajawo’ob, “reyes”, fundamentaron su autoridad política superior a través de un estatus que les aseguraba una cercanía especial con los dioses. Los reyes se tornaban así en mediadores indispensables.
Ninguna cultura ni lengua son estáticas. Pero más allá de los cambios, es un hecho que en el habla del México moderno y en el amplio contexto de su ser, de varias formas se deja sentir la impronta de la cultura náhuatl.
En Mesoamérica hubo grandes ciudades que fungieron como centros rituales o de gobierno, proporcionaron residencia a las elites, recaudaron y controlaron tributos, fueron nodo para los intercambios comerciales y alojaron considerable número de pobladores.
En el antiguo Occidente de México los ancestros tuvieron una importancia fundamental en el devenir de los vivos y en su concepción del tiempo y del espacio.
Como podrá verse a lo largo de este número, hay un cúmulo de evidencias arqueológicas que señalan claramente la existencia de ciertas prácticas sexuales e indican la presencia de ritos.