En sus 112 páginas hay claves que nos hacen suponer que los escribas que lo pintaron estuvieron estrechamente relacionados con sus lejanos colegas del Centro de México.
Se hablaba, por ejemplo, de una Tollan ecuménica, portentosa, donde había gobernado un hombre-dios, rey y sacerdote, que portaba en su interior el fuego divino de Quetzalcóatl y, por esta poderosa razón, usaba su nombre. A esta Tollan habían sucedido otras ciudades santas en el mundo.
Antes el mundo estaba habitado por los xantilmeh –cierta clase de seres, en apariencia similares a los humanos– que poblaban un mundo oscuro y húmedo, un mundo indiferenciado en el que no había día ni noche.
Los estudios arqueológicos realizados entre 1939 y 1968 fueron los orígenes de la irrupción de técnicas de otras disciplinas en la arqueología mexicana. Se perfeccionaron las técnicas de excavación ya empleadas y las maneras de fechar los objetos localizados en los trabajos arqueológicos.