El mito referido en el Códice Florentino llamado “De la huida de Quetzalcóatl”, parece haber definido las distintas fases del ritual mediante secuencias narrativas que le conferían un sentido cosmológico.
La evidencia indica que en el Valle de Mascota, Jalisco, ca. 800 a.C., existía entre los indígenas el concepto del perro como acompañante del difunto al más allá y a veces servía en ese viaje como portador del alma del muerto.
Este dios es por excelencia el introductor del orden en el mundo de los mortales y el victorioso aniquilador del caos que existía antes de la creación de las cosas que disfrutan los humanos en la Tierra.
En los trabajos de reintervención en la Estructura II de la zona arqueológica de Calakmul, en 1998 fue descubierto uno de los monumentos que marcarían un antes y un después en la historia del proyecto.
Hoy sabemos que el núcleo de la ciudad, se encontraba en lo que ahora es el centro de Coyoacán, y contaba con varios basamentos de tipo piramidal, plataformas y plazas.